Si salen bien, me encantan tanto como a él.
Y ahí estaba yo, de 9:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00, con el mismo traje gris cada día, aprendiendo a vender casas sin tener ni idea, pero con muchas ganas de hacerlo bien y posicionarme entre los mejores.
Y sin sueldo. Estaba invirtiendo en mí.
De 14:30 a 15:30 me iba al metro a abrir la funda de mi guitarra.
En la inmobiliaria observaba a mis compañeros.
Intentaba hacer lo mismo que ellos, pero sentía que su estilo no era para mí.
Ese estilo me quedaba dos tallas más pequeñas. No estaba cómodo. No me dejaba expandirme.
Le pedí consejo al que era mi jefe, pero en sus palabras no vi más allá de lo que ya veía.
Pensé que a alguien le habría dado por escribir libros sobre la venta inmobiliaria.
Los fines de semana me iba a las tiendas a leer libros sobre inmobiliaria, ventas y negociación.
Autores estadounidenses. En lo de vender y negociar, nos llevan siglos de ventaja.
Cuánto más leía, y más aplicaba lo aprendido, más me gustaba el mundo inmobiliario. Me enganchó, y le puse remedio a eso de no tener que llevarme a la boca.
Me preocupé de mostrar un mejor producto, una casa que destacaba entre todos los anuncios, por la casa que era, evitando presiones para bajar el precio todas las semanas.
Dirigía mis anuncios a esos compradores a los que más les pudiera interesar, esos que no iban a venir con la rebaja en la boca antes de abrir la puerta.
Aprendí a enseñar una casa para venderla a buen precio, sin limitarme solo a abrir una puerta.
Empezaba a vender de verdad. A mejor precio que mis compañeros.
Las caras de mis clientes lo decían todo.
No me veían como a un enemigo. No estaban a la defensiva, ni con los brazos cruzados.
Sus sonrisas eran la mejor reseña.
Te lo agradecían de muchas formas: recomendándome a sus familiares y amigos, invitándome a comer en el Txistu, regalándome un jamón, llevándome a cenar a uno de los palcos del Bernabéu…
Desde entonces mi único objetivo cuando vendo una casa, es que contratarme a mí o mi marca te salga más que rentable.
Que aun pagándome, vendas tu casa sin dolores de cabeza y con más dinero en la cuenta.
No para que me lleves al Bernabéu. Ni para que me regales un jamón. No es necesario.
Agradezco los detalles. Me encanta que me sorprendan.
Pero prefiero lo de que hables bien de mí, que me recomiendes a tus amigos y familiares para ser, posiblemente, la agencia inmobiliaria más recomendada de Madrid.
Estoy convencido de que este camino es el que nos llevará a ser la mejor agencia inmobiliaria de Madrid, de España y de allí donde lleguemos.
Porque es lo que nuestros clientes no dicen. Que te lo puedes creer o no.
Entiendo que no tomas decisiones tan importantes como la de vender tu casa teniendo en cuenta lo que piensen otros.
Pero no te estoy diciendo que somos la mejor agencia. Tener esa certeza podría llevarnos a quedarnos en la comodidad y ser conservadores.
La venta inmobiliaria no deja de evolucionar, por eso tener ese deseo constante de querer ser la mejor agencia inmobiliaria te lleva a no quedarte parado.
Siempre hacia delante, para que tú casa no se quede atrás.