Iván no quería empezar una guerra con sus hermanos.
Ya bastante tenían con haber perdido a sus padres.
Iván leía una y otra vez la cláusula donde ponía que le correspondía un tercio.
Y aun así, sentía que no podía hacer nada con ello.
No quería discutir.
No quería meterse en juicios.
Pero tampoco podía permitirse esperar un año más.
“¿Puedo vender mi parte de una casa heredada?”, se preguntaba en silencio, como si la respuesta dependiera más del tono que de la ley.
Había escuchado de todo.
Que sí, que no.
Que podía venderla, pero perdiendo dinero.
Que solo si los demás estaban de acuerdo.
Que mejor dejarlo estar.
Pero cuando uno necesita cerrar una etapa —de verdad—, no bastan opiniones desde la barra de un bar.
Hace falta saber qué dice la ley.
Y sobre todo, cómo aplicarla sin romper lo que queda.
Lo que pasó después, Iván, no se lo esperaba.
Pero para entenderlo… hay que empezar por el principio.
Iván había hablado con abogados, con amigos, incluso con un primo que “sabía de herencias”.
Todos le decían algo distinto.
Uno le recomendaba esperar.
Otro, vender al primero que se lo comprara.
Y un tercero, directamente, que se armara de paciencia y lo dejara en manos de un juez.
Pero Iván no quería esperar años.
Ni malvender su parte a una empresa de esas que luego presionan al resto.
Y mucho menos meter a su familia en un juzgado.
Él solo quería una cosa: salir de esa herencia sin hacer daño.
Lo más curioso es que el dinero ni siquiera era el principal problema.
Era el bloqueo.
El estar atado en una casa que ya no sentía suya.
En conversaciones a medias.
En silencios que pesaban más que cualquier factura.
Hasta que un día nos llamó.
Y en vez de hablarle de tasaciones, de plazos o de “veremos”, le hicimos una sola pregunta:
—¿Qué te haría sentir en paz con esta herencia?
Iván se quedó callado unos segundos.
Luego lo soltó, sin rodeos:
—Que me compren mi parte sin líos. Y poder cerrar este capítulo de una vez.
Le dijimos que no era fácil.
Pero que sí, era posible.
Y lo que vino después, no lo vio venir.
La respuesta rápida es sí.
La real: depende de cómo vendas tu parte de la casa heredada.
Porque no es lo mismo vender una vivienda entera que vender una casa de herencia compartida.
Y eso lo cambia todo.
Cuando intentas vender tu parte, te enfrentas a estas realidades:
Estás vendiendo una cuota de propiedad, no metros cuadrados concretos.
No necesitas el permiso del resto, pero sí cumplir con ciertas formalidades.
Puedes vender a un tercero… pero el resto de herederos puede ejercer su derecho de retracto.
Vender a un hermano suele ser más rápido, más limpio y, a veces, más justo.
Pero si lo haces mal…
Pierdes dinero.
Pierdes tiempo.
Y puede que pierdas el contacto con tu familia.
Para salir ganando al vender tu parte, necesitas cumplir dos condiciones:
Que el precio refleje el valor real de tu cuota.
Que la venta no se convierta en un conflicto personal.
Iván lo entendió justo a tiempo.
Y lo que hizo a continuación… no lo vio venir nadie.
A Iván esto le pesaba más que el papeleo.
Su hermano llevaba años viviendo en la casa.
Primero, cuidando a sus padres. Luego, simplemente… se quedó.
Nunca firmaron nada.
Nunca acordaron nada.
Pero ahí seguía.
Y eso convertía cualquier intento de vender su parte en algo incómodo.
Porque vender una casa de herencia compartida no es solo cuestión de escritura.
Es cuestión de emociones, de silencios, de cosas que nunca se dijeron.
Legalmente, que uno de los herederos viva en la vivienda no le da más derechos sobre la propiedad.
Tiene lo mismo que tú: una parte. Ni más ni menos.
Pero si ese uso exclusivo no está pactado, puede generar fricción.
Y, a veces, acabar en los tribunales.
Iván no quería eso.
Sabía que tenía derecho a vender su parte de la casa heredada, incluso si su hermano vivía dentro.
Pero no quería hacerlo como si fuera un ataque.
Por eso trazamos una estrategia.
Una propuesta clara.
Sin amenazas.
Sin ultimátums.
Solo una opción real, con números y plazos.
Y lo que parecía imposible, ocurrió:
El hermano que vivía en la casa aceptó comprar su parte.
Sin peleas.
Sin abogados.
Solo con una conversación que nadie había tenido antes.
Iván no era de los que se asustan con Hacienda.
Pero cuando empezamos a hablar de impuestos, torció el gesto.
—“Pero si vendo solo mi parte… ¿también tengo que pagar?”
Sí.
Aunque vendas solo una parte de una casa heredada, Hacienda quiere la suya.
Aquí te lo explicamos fácil, sin rodeos:
IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas)
Si al vender obtienes una ganancia —es decir, si vendes por más de lo que valía tu parte cuando heredaste—, tendrás que declararla como ganancia patrimonial.
El porcentaje varía entre un 19% y un 26%, según la cantidad.
Plusvalía municipal
Es el impuesto que cobra el ayuntamiento por el incremento del valor del suelo.
Sí, aunque solo vendas tu parte, el cálculo se hace proporcionalmente a tu cuota.
Gastos de notaría y registro
Si la venta se hace por separado, pueden ir a tu cuenta. Pero si vendes a uno de tus hermanos, se suele firmar todo en una sola escritura y se reparte el coste.
Importante:
Si la herencia fue reciente y aún no habías escriturado tu parte, primero tendrás que hacer ese trámite.
Y luego, podrás vender.
Iván no lo tenía todo claro al principio.
Pero cuando entendió qué impuestos se pagaban por vender una parte de una casa heredada, respiró.
Porque no era tanto lo que debía pagar.
Y porque el valor de cerrar ese capítulo no se mide solo en euros.
Iván sabía que su parte podía venderla.
Lo que no sabía era qué hacer si uno de sus hermanos se oponía a todo.
Ni quería vender.
Ni quería comprar su parte.
Ni dejaba que nadie más lo hiciera.
Solo decía “no” a todo.
Y cuando alguien se planta en el no… el conflicto se enquista.
Pero el Código Civil lo deja claro:
Ningún copropietario está obligado a permanecer en una comunidad.
Dicho de otro modo: si uno quiere salir, puede hacerlo.
Y si no hay acuerdo, hay una salida legal:
Es una demanda judicial para romper la copropiedad.
El juez ordena vender el inmueble en pública subasta.
Cada heredero cobra su parte proporcional del resultado.
¿El problema?
Se tarda.
Se rompe todo vínculo familiar.
Y el precio final suele estar por debajo del valor real de mercado.
Iván no quería eso.
No por él.
Si no por sus padres, por su historia, por lo que significaba esa casa.
Y aunque lo legal le amparaba, eligió otro camino: hablar claro, con datos y con respeto.
Les puso la oferta sobre la mesa.
Y lo que pasó después, fue mucho más que una venta.
Para vender tu parte, primero debes haber aceptado la herencia ante notario, pagar los impuestos correspondientes (como la plusvalía por herencia) y adjudicar legalmente tu cuota.
Solo después puedes vender.
Sí.
Puedes vender tu parte incluso sin el consentimiento del resto.
Lo que vendes es una cuota indivisa, no una habitación concreta.
Los demás herederos tienen derecho de tanteo y retracto, por lo que pueden igualar la oferta y quedarse con tu parte.
Aunque viva allí, no tiene más derechos sobre la propiedad.
Puedes vender igualmente tu parte.
Pero si hay conflicto, conviene negociar primero.
Y si no hay salida, puedes solicitar judicialmente la división de la cosa común.
Tendrás que pagar:
La plusvalía municipal por la venta, calculada sobre tu parte.
El IRPF por ganancia patrimonial, si vendes por más de lo que valía tu cuota cuando heredaste.
Además, si aún no has aceptado la herencia, deberás liquidar antes la plusvalía por herencia.
A cualquiera.
Puedes vender tu parte a un tercero o a otro heredero.
Eso sí, las empresas que compran partes indivisas suelen ofrecer precios bajos.
Si puedes, negociar con tus hermanos suele ser la opción más rentable y menos conflictiva.
Iván no quería pelear.
Tampoco arrastrar a su familia a un juzgado.
Ni firmar un acuerdo que dejara heridas.
Solo quería cerrar un capítulo que, por mucho que doliera, ya no podía seguir abierto.
Y lo hizo.
Vendió su parte.
Su hermano se quedó con ella.
Y lo que parecía una historia sin salida, terminó con un abrazo.
No porque fuera fácil.
Si no porque entendió que vender una parte de una casa heredada no es un conflicto legal, sino una decisión personal.
Una forma de seguir adelante.
De cuidar lo que importa sin renunciar a lo que necesitas.
No hace falta que lo tengas todo claro hoy.
Solo necesitas un primer paso.
Llámanos y cuéntanos tu caso.
Te ayudaremos a trazar un plan sin líos, sin letra pequeña y con todo bien atado.
Porque si Iván pudo hacerlo, tú también puedes.
Y sí, se puede vender una parte de una casa heredada… y hacerlo bien sin tener problemas con tus hermanos.